Hace un mes caí en cuenta de que he estado perdiendo demasiado tiempo haciendo cosas que nunca me van a llevar a donde quiero estar. Por suerte conocí a un grupo que me inspiró a seguir mis sueños de verdad, a trabajar duro para lograrlo; y realmente no tendría mucha complicación para trabajar duro si no fuera porque eso implica salir de un cascarón de 5 metros de espesor.
Me di cuenta de que soy débil y cobarde, de que sí me importa lo que piense la gente, que le tengo miedo al fracaso, que de lo único de lo que me siento segura es de lo más improbable, de que ahora quiero hacer esto para cumplir un sueño de fan y no porque mi corazón me lo esté pidiendo como lo hacía antes; igual eso no me quita las ganas de perseguirlo.
Me encuentro en el limbo más paralizador en el que he estado nunca. Quiero cantar, pero no hago los ejercicios correspondientes por pena a que mi familia me escuche; quiero ser una estudiante responsable, pero la flojera me carcome; quiero ser más activa en las redes sociales, pero no sé cómo manejarlas; quiero hacer amigos online, pero no soy lo suficientemente interesante como para que alguien me quiera escribir, tal vez debería escribir yo, la verdad es que no sé. Me estoy encontrando 500 problemas al día y eso no es saludable, no es lo que busco, yo solo quiero progresar.
Así que busco hacerlo. Quiero tomarme lo del canto muy en serio; estudiarlo, practicarlo, y cuando busco instituciones que me permiten hacerlo, están fuera de mi presupuesto; y es en este momento en el que la situación país actual en la que vivo me quita todas las ganas de hacerlo.
Mi propia mente no me permite hacer las cosas que debo realizar para lograr mi propósito y el país en el que vivo no me deja distraerme de mi propia mente. No puedo salir a la calle por miedo a encontrar disturbios, no puedo comprar nada porque el dinero no me alcanza y no veo clases porque me pueden meter presa, robarme o matarme.
La verdad es que debo estar pasando por un momento de transición muy grande para ya no saber quién soy, aunque lo más probable es que nunca lo haya sabido. Al escuchar una canción ya no sé si me gusta, cuando quiero practicar digo que no es el momento indicado como excusa para no hacerlo, cuando quiero estudiar mi flojera no me lo permite. Mi problema soy yo, literalmente.
He pensado miles de veces cómo la pena no me debería paralizar, que los errores que tanto temo que escuchen los demás son necesarios para progresar y para que escuchen algo mejor, pero son mantras en vano, vacíos de determinación y verdadera motivación. Si a todos el simple pensamiento de hacer lo que quieren les quita la vergüenza, ¿por qué yo lo sigo pensando tanto? ¿Por qué tengo que pelear tanto conmigo misma para lograr dar el paso de una hormiga? ¿Por qué para mí es tan difícil lo que para otros es lo más fácil del mundo?
Es en momentos como estos, cuando reflexiono sobre lo que me pasa, en los que odio mi consciencia tanto como en anteriores veces la he amado, en los que solo quiero apagar mi mente por el resto de mi vida y dejar que mis deseos me guíen. Sé que probablemente no habría un resultado positivo, porque para algo tenemos consciencia, pero sé que al menos cumpliría con mis obligaciones, lo que es irónico si tomas en cuenta el sentido de la responsabilidad.
Me siento irresponsable, inmerecedora de mi universidad y del estudiantado al que pertenezco, de la mitad de mis amigas... La flojera me ha controlado en los últimos meses y lo único que me ha llevado a estudiar algo e ir a algunas clases es el mismo sueño de fan del que hablé anteriormente que, repito, no debería ser mi motivación principal.
Así que llegamos al punto en el que me doy cuenta de que lo que se supone que sea el mejor momento de mi vida es mi mayor frustración, una etapa en la que no puedo hacer aquello que quiero porque ni mi cerebro ni mi país me lo permiten. Un período de tiempo en el que ni mis deseos más profundos ni mis antojos más erráticos pueden ser satisfechos. Un momento de mi vida en el que ni soy feliz, ni soy yo.